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Los israelitas tienen su corazón dividido, pues pretenden amar a Dios y a sus ídolos al mismo tiempo. Pero ese es un gravísimo error por el que tendrán que pagar. El Señor destruirá sus altares paganos y volverá añicos las imágenes de sus ídolos.

Entonces dirán: «Nosotros abandonamos al Señor, por eso él nos quitó nuestro rey. Pero, ¿de qué nos serviría tener rey? ¡Nada podría hacer para ayudarnos!». Ellos hacen promesas que no tienen siquiera la intención de cumplir, hacen pactos inútiles con las naciones fuertes. Por lo tanto, el castigo brotará entre ellos como lo hace la mala hierba en los surcos del campo.

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